1.
Devastación y muerte en la Edad Media
Las numerosas calamidades que
sufrió la población europea de la Baja Edad Media convirtieron la muerte en un
tema obsesivo, tanto en la vida real como en la literatura. En efecto, las
numerosas guerras, el aumento de la población en las ciudades, que trajo un
sinfín de enfermedades y defunciones, y sobre todo la peste negra de 1348, que
acabó con la vida de más de un tercio de la población europea, dieron lugar a
una interpretación fatalista de la existencia humana, que solo tenía su
recompensa en la otra vida. Juan de Mena revive el horror de la guerra cuando
una madre llora a su hijo muerto: maldice
las manos de quien lo matara,/maldice la guerra do se comenzara.
A partir de esta terrible
experiencia, comenzó a extenderse una actitud vitalista que invitaba a
disfrutar de los placeres de la vida: carpe
diem, tópico que se desarrollará plenamente en el Renacimiento.
2.La
muerte macabra
Para combatir esta actitud, se
desarrolló una corriente moralizante que impregnó de pesimismo la literatura y
las artes plásticas, y cuyo objetivo era despertar el temor hacia la muerte.
Ésta era representada con una imagen repulsiva, macabra, habitualmente como un
esqueleto con una guadaña, y en ocasiones, como un cadáver en descomposición.
La muerte se convierte así en la
enemiga del mundo, un poder abstracto y deshumanizado que inspira terror y al
que el hombre opone resistencia inútilmente.
3.
Personificación de la muerte
Manrique fue el primer escritor
que en la Edad Media personificó a la muerte y le dio voz para que consolara a
su padre y no se le hiciera tan amargo un trance tan difícil. En sus Coplas, la
muerte no se presenta de manera macabra con una guadaña, como en
Las
danzas de la muerte, sino que con voz serena convence al moribundo de que
no oponga resistencia, porque tras la muerte le espera la vida de la fama y la
vida eterna. Se trata, pues, de una muerte aceptada, humanizada, que consuela y
da esperanzas al moribundo:
[…] vino la
Muerte a llamar/a su puerta/ diciendo: “Buen caballero,/dejad el mundo
engañoso/y su halago;/ vuestro corazón de acero/muestre su esfuerzo famoso/ en
este trago”.
4.
Tópico de la muerte anunciada: el Fatum
El fatum hace referencia a un destino inevitable que conduce a la
muerte. El fatalismo –palabra derivada- implica que la muerte, como final
trágico, ha sido anunciada o avisada con anterioridad. Tal vaticinio puede
venir dado a través del sueño. Es el caso de Garcilaso de la Vega, que
vislumbra entre sueños la muerte de su amada Isabel: ¡Cuántas veces, durmiendo en la floresta,/ reputándolo yo por desvarío/
vi mi mal entre sueños, desdichado!
El aviso puede llegar también
bajo la forma de pájaro negro (corneja), que surge por la izquierda
(siniestra), como lo percibe igualmente Garcilaso de la Vega en la égloga I: Bien claro con su voz me lo decía/la
siniestra corneja repitiendo/la desventura mía.
Este tópico pone de relieve que
la muerte no tiene en cuenta las diferencias sociales, económicas o de edad que
hay entre las personas, sino que llama por igual a todos los nacidos del mundo.
Se quiere subrayar así que la muerte tiene el poder de hacer iguales a todos
los seres humanos, quizá como consuelo para los menos afortunados en la vida.
6. Una muerte
que da vida: La Mística
A mediados del siglo XVI se
desarrollaron las corrientes
ascética
y
mística en
España. Junto a un humanismo hedonista que proponía el carpe diem, o disfrute
de la vida, en el ámbito del cristianismo se desarrolló una corriente
espiritual (la mística) cuyo fin era la búsqueda del éxtasis amoroso mediante
la unión del alma con Dios a través de la oración mental. La naturaleza
misteriosa de esta unión se ve como una paradoja: el placer del éxtasis místico
es la señal de que muere la vida terrena y comienza una nueva vida espiritual.
¡Oh cautiverio suave!
¡Oh regalada llaga!
¡Oh mano blanda! ¡Oh
toque delicado
que a vida eterna
sabe
y toda deuda paga!,
matando, muerte en
vida has trocado.
7. La
malandante
Los nombres que recibe la muerte
en los textos literarios son diversos:
Malandante: así se refiere a ella el
arcipreste de Hita (siglo XIV)
Malandanza: éste es el nombre que le da
un poeta anónimo medieval, haciendo alusión a los malos pasos con que llega, a
su propósito aniquilador: todo lo acaba la malandanza.
Parcas: personajes mitológicos,
tejedoras que cortaban los hilos de la vida.
8.Amor
más allá de la muerte
Poetas como Dante, Petrarca o
Gacilaso de la Vega sufrieron la muerte de sus respectivas amadas. Sin embargo,
ellas permanecieron post morten en
sus versos, porque siguieron amándolas.
Dante espiritualizó a su amada y
la vio como un ángel protector y guía,
donna angelicatta:
Y parece que de sus
labios surgiera
un espíritu suave de
amor pleno
que al alma va
diciendo:¡Suspira!
Para Petrarca, sin
embargo, ese amor que pervive en él después de la muerte de su amada tiene una
dimensión puramente humana. Ante la muerte de Laura, el poeta, queda sumido en
una angustia existencial:
¡Y sin embargo vivo
todavía!
A ciegas, sin la
lumbre que amé tanto,
surca mi nave la
extensión vacía…
El amor constante más
allá de la muerte lo encontraremos también, con tono enardecido, en
Francisco
de Quevedo, ya en el siglo XVII:
Serán ceniza, mas
tendrán sentido.
Polvo serán, mas
polvo enamorado
9.Géneros:
elegía, planto y endecha
Elegía: subgénero de la lírica mediante el que se
expresa dolor o tristeza por la muerte de un ser querido. También encontramos
un tono elegíaco, cuando nos lamentamos sobre las desgracias de una guerra, el
paso del tiempo, el recuerdo de la
infancia que se nos fue, o el de un amor o paraíso perdidos.
Planto: es un poema fúnebre en el que se lamenta la
muerte de un ser querido (en la literatura medieval es sinónimo de elegía,
puede adoptar diversas formas métricas: cuaderna vía, romance…)
Endecha: lamento fúnebre que adopta la forma de
romance de siete sílabas.
10.El
mundo es un valle de lágrimas (lacrimarum valle)
El mundo es un lugar de
sufrimiento que constituye la prueba que Dios pone al hombre para que éste se
pueda ganar la vida eterna.
Fray Luis de León en el siglo XVI
alude a este valle de lágrimas:
¿Y dejas Pastor
santo,
tu grey en este valle
hondo, oscuro
con soledad y llanto;
[…]
11.El
hombre está de paso en el mundo (homo viator)
El ser humano es un peregrino, un
viajero, que está de paso en el mundo. La experiencia que éste extrae de su
viaje modifica su visión de la vida. En los siguientes versos, Gonzalo de
Berceo se ve a sí mismo como un romero:
Yo, maestro Gonzalo
de Berceo llamado,
yendo de romería, me
vi dentro de un prado
12. La
vida es como un río (vita flumen)
La existencia humana se
interpreta como el fluir de un río hacia el mar (la muerte). Así lo expresa en
sus
Coplas
Jorge Manrique:
Nuestras vidas son
los ríos
que van a dar en la
mar,
que es el morir.